Averiguar qué falló en la anterior relación debe ser el paso previo para establecer un nuevo compromiso afectivo sin repetir los errores que condujeron a la ruptura.
¿QUÉ NOS PASA? El deseo que nos conduce a una nueva experiencia matrimonial es el de reparar nuestra historia y el de abandonar la inercia que nos mantiene atados a la incapacidad de vivir el amor de forma gratificante.
Tener algún temor ante un segundo matrimonio es normal. Todo lo que tiene que ver con el amor es incontrolable y nos hace sentir vulnerables.
Si hemos elaborado el fracaso sufrido, éste nos ayudará a conseguir una relación amorosa gratificante basada en el respeto y la comprensión, y no en el reproche y la insatisfacción.
Si nuestra pareja tiene hijos, podemos sentirnos excluidos de esos vínculos. Por eso, hay que tener muy elaborados los primeros vínculos infantiles.
¿QUÉ PODEMOS HACER?
Para que la segunda oportunidad en el amor funcione bien, conviene revisar lo que los psicoanalistas Janine Puget e Isidoro Berenstein llaman "el zócalo inconsciente": una estructura de personalidad profunda que regula los modos de interacción con el otro y depende de las elecciones e identificaciones que hayamos hecho en la primera infancia.
Dejar de culpar al otro, pues mientras se tiene puesta la mirada en lo que el otro hizo, uno evita preguntarse por qué se eligió una pareja con tales características. Culpabilizar al otro de una ruptura sólo muestra la enorme dependencia que se tiene de él.
Dejar de colocarse en el lugar de víctima, pues cultivar este papel sólo sirve para no cambiar el modo de vínculo amoroso.
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