Referirse a un hijo mediante apodos, frases hirientes o calificativos es una forma de maltrato que influye negativamente en la autoimagen que el menor va conformando, y tiene graves repercusiones en su salud y desarrollo psicoemocional.
El arma más poderosa de los seres humanos no está en los puños, sino en la palabra, y así como es capaz de alentar, fortalecer y ayudar, también puede lastimar y destruir cuando se usa inadecuadamente. El lenguaje, sin duda, puede enviar mensajes capaces de dejar profundas huellas emocionales.
En efecto, burlas, apodos, actitudes agresivas y comentarios devaluatorios como “no sirves para nada”, “eres igual de torpe que tu padre (o madre)”, “tragas como cerdo” o “eres un inútil” aniquilan la personalidad de los menores y, sobre todo, les dejan un mensaje: “no eres importante para mí”, “eres indeseable” o “me estorbas”.
No obstante, la violencia verbal no consiste únicamente en insulto directo, pues también los sarcasmos lesionan y desvalorizan la imagen que el chico tiene de sí mismo. Otras veces el rechazo se expresa con frases como “ya no te quiero, me avergüenzo de ti”, o una de las más dañinas que existen: “ojalá no hubieras nacido”.
Hay padres que consideran que calificar al infante con determinada palabra servirá para hacerle entender que cierta conducta es errónea. Otros piensan que con vocablos ofensivos lograrán que el niño se haga fuerte y sea capaz de enfrentar los altibajos de la vida.
Sin embargo, hay palabras sumamente hirientes cuyo poder limita al niño en el desarrollo de sus potencialidades y amor propio. Aunque los progenitores les resten importancia y minimicen su impacto diciendo que “sólo era broma” o “era para que entendiera”, en la mente infantil esas etiquetas pueden lastimarlo y quedar grabadas de por vida.
Los padres son el centro del universo de los niños y, por tanto, son quienes más daño pueden causarles, ya que todo lo que expresan es verdad para los menores.
Que consecuencias pueden traer:
Este tipo de maltrato disminuye la autoestima, afecta el desarrollo emocional y, en la mayoría de los casos, conduce a la delincuencia y adicción a drogas y alcohol. Desde luego, hay casos en que los chicos logran salir adelante y se desarrollan adecuadamente.
Es importante recordar que las relaciones afectivas con los hijos son determinantes en su desarrollo; por tanto, si los tratan con palabras hirientes o gritos, y no les ofrecen caricias y palabras afectuosas, van forjándoles baja autoestima que, a la larga, se convierte en daño difícil de reparar.
0 comentarios:
Deja tu comentario!!!