¿Cómo llegamos a generar una idea de lo que está "mal" y lo que está "bien"?

La mayoría de personas sigue una progresión que va desde lo más rudimentario hasta lo más elevado y abstracto. En general, puede decirse que atravesamos por tres grandes etapas, las cuales vamos dejando atrás conforme maduramos:

1. La Etapa del Autointerés
2. La Etapa de la Aprobación Social
3. La Etapa de los Ideales

Etapa de Autointerés

En un primer momento, el niño define lo que debe hacer según lo castiguen o no: sabe que algo está "mal" porque cuando lo hace recibe un castigo. Más adelante, sabe que algo está "bien" porque al incurrir en esa conducta recibe algún tipo de premio o recompensa.

Etapa de la Aprobación Social

En esta etapa, que empieza aproximadamente a los trece años y se puede prolongar hasta poco después de la adolescencia (dieciséis o diecisiete años), solemos decir que algo es incorrecto o indebido porque si lo hacemos perderíamos el aprecio y la aprobación de aquellos cuya opinión respetamos. La idea es que la conducta moralmente correcta será aquella que haga que los demás gusten de nosotros.

Posteriormente, siempre dentro de esta etapa, casi al llegar la mayoría de edad (dieciocho años) aparece una noción clave: la idea de un orden social. Entonces empezamos a comportarnos de cierto modo y a creer que algo es bueno tomando como referencia lo que la "sociedad" quiere o espera de nosotros. Es entonces que decimos que es es incorrecto hacer algo porque "se violaría la ley"; la ley, lo legal, y lo establecido por el grupo social al que pertenecemos es el criterio que define lo moral de lo inmoral. Esto perdura en nosotros hasta bien avanzada la juventud, en promedio hasta los veintidós o veintitrés años.

Etapa de los Ideales

En esta etapa, que ordinariamente suele aparecer a partir de los veinticuatro o veinticinco años, surgen los ideales. Las personas que llegan a esta etapa de desarrollo moral empiezan a definir lo que es moralmente correcto a partir de ciertas nociones universales que van más allá de su propio interés personal, más allá de aquellos cuya aprobación buscamos, incluso más allá de las leyes o costumbres que cierto grupo pueda acordar.